Gringo Viejo, de Carlos Fuentes.

| Posted in | Posted on domingo, octubre 03, 2010

La novela es la historia privada de las naciones”. Balzac.

Y de los seres humanos, me atrevería a afirmar. En ciertas ocasiones, la novela y la ficción, hurgan dentro de acontecimientos históricos, sociales, personales; para crear una historia paralela, autónoma, pero dependiente en ciertos aspectos de la realidad.

Tal es el caso de Gringo Viejo, una novela-homenaje a Ambrose Bierce, realizada por Carlos Fuentes. En una entrada anterior, ya había escrito sobre este personaje norteamericano, del cuál no se supo nada después de su partida hacia México en el año de 1913, un México envuelto en una lucha que buscaba una reestructuración social y política, dónde nobles ideales de libertad e igualdad gravitaban en la mente de sus combatientes.


El gringo viejo sólo buscaba una muerte digna, prefería morir frente a un paredón mexicano, que de una enfermedad o de caerse por las escaleras, estoy viejo y cansado. Emprendió su última aventura, con un final disperso, pero contundente: la muerte.

Y es justamente aquí dónde la novela emerge para transformar la realidad y hacer uso de su inseparable compañera creativa: la imaginación. Caminando juntas en un laberinto, la imaginación y la maravillosa prosa poética de Carlos Fuentes, van entretejiendo, entrelazando situaciones inverosímiles, fantásticas, trágicas y hermosas para dignificar el final de El Gringo Viejo.


El Gringo Viejo, o mejor dicho, Ambrose Bierce, al decidir cómo sería su muerte empleó la facultad que justamente buscaban en el país dónde decidió morir, dónde sus ojos fueron bendecidos por mirar la magnificencia del desierto mexicano, dónde sus pies se posaron en una tierra mágica y sagrada, dónde su sentido del olfato fue cautivado con aromas surgidos de la sabiduría culinaria, forjada milenariamente. Dónde no murió solo, sino arropado por el aura de una gran nación.

Y es que al final de nuestro camino, deberíamos contar con ese magnifico privilegio: elegir la forma en que nuestra historia da fin, ya que en el transcurso de ella somos victimas de numerosos factores y circunstancias ajenas. Al menos, nuestro destino es nuestro, al igual que nuestra muerte. Sólo nuestra y de nadie más.

La novela nos permite escabullirnos en las sombras luminosas de la vida, danzar en atmósferas misteriosas y extraordinarias. Nos permite jugar a Dios, jugar al oráculo de Delfos.

"La memoria es nuestro hogar, y así se convierte en el único deseo verdadero de nuestros corazones; la búsqueda ardiente de nuestros pequeños e inseguros paraísos, enterrados muy dentro de nuestros corazones".



Por Vic Volta.

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